martes, 27 de diciembre de 2016

¿QUIÉN DEFIENDE A LOS DEFENSORES?

Escribe: Wilfredo Ardito Vega
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El viernes 22 participé, en la Plazuela de San Pedro, en una protesta para exigir el respeto a los derechos de las personas.   Lo curioso era, que en este caso, quien vulneraba dichos derechos no era un autoritario Ministro del Interior o una empresa extractiva sin escrúpulos, sino el Defensor del Pueblo y las víctimas eran los trabajadores de la propia Defensoría.   
Esta lamentable historia comenzó el seis de setiembre, cuando el Congreso de la República eligió como Defensor al abogado Walter Gutiérrez, quien ha sido Decano del Colegio de Abogados y director de la revista Gaceta Jurídica, pero carece de experiencia en materia de derechos humanos, más aún frente a un candidato con la trayectoria de Samuel Abad.   
Para que Gutiérrez alcanzara los votos que le permitieron asumir el cargo,  fue clave que a la mayoría fujimorista se sumara la bancada de PPK.    Apenas si cinco congresistas de esta agrupación, entre ellos Alberto De Belaúnde y Gino Costa, se abstuvieron frente a un candidato tan inadecuado.  También se abstuvo Guido Lombardi, quien denunció que en el 2009 Gutiérrez abandonó la comisión investigadora sobre la tragedia de Bagua y expresó muchos temores sobre el futuro de la Defensoría.
Los meses que siguieron le han dado la razón.  Desde que Gutiérrez asumió la Defensoria del Pueblo, ha realizado nombramientos tan cuestionables como el suyo, entre ellos José Elice, ahora Primer Adjunto.  Élice no solamente ha sido asesor de congresistas fujimoristas, sino que dirigió la entidad Reflexión Democrática, que buscaba promover los intereses de las empresas mineras en el Congreso.   
Igualmente, es preocupante el nombramiento de Delia Muñoz, como Jefa del Gabinete. La trayectoria de esta abogada no está vinculada a defender a los ciudadanos, sino al Estado, como hizo en el caso de Bagua ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
Al mismo tiempo, muchos valiosos funcionarios se han sentido tan hostilizados que han debido retirarse, quedando seriamente afectadas áreas como las que enfrentan temas constitucionales y derechos indígenas.   Hasta la propia Jefa de Administración ha renunciado debido al maltrato contra el personal.
Hace pocos días, sin mayor explicación, se anunció que no se renovaría el contrato a cuarenta trabajadores en diferentes oficinas.   Ello motivó a los trabajadores a realizar una protesta a nivel nacional el miércoles 21.  Al estilo defensorial tradicional, lo hicieron en la hora de refrigerio, para no incumplir con sus obligaciones.   Y al día siguiente, al estilo defensorial actual, a catorce de los que protestaron se les indicó que tampoco se les renovaría su contrato.    
Esta evidente represalia generó mucha indignación y por ello se convocó la nueva protesta del viernes.  Esa mañana, allegados a Gutiérrez recorrieron las oficinas amedrentando al personal diciendo que quienes participaran serían “los siguientes”.   Sin embargo, media hora antes del plantón, los catorce fueron convocados para decirles que se retrocedía en la medida.   Probablemente, Gutiérrez se dio cuenta que había ido demasiado lejos.   Igualmente, se realizó la protesta, con presencia de tres congresistas,  Alberto De Belaúnde, Indira Huilca y Marisa Glave.  
Estas arbitrariedades, además, muestran la gran precariedad que origina la condición de CAS para los trabajadores estatales.  Precisamente quejarse frente a un abuso implica mayor posibilidad de sufrir represalias.   Hace unos meses, conocí a varias víctimas de acoso sexual en una respetable entidad estatal, pero ninguna quiso denunciar los hechos por temor a perder su trabajo y los dos acosadores continúan laborando muy campantes.
Es lamentable que en estos tres meses, además, Walter Gutiérrez se haya mantenido muy distante de los trabajadores. Si realmente le interesa la Defensoría, debería conversar con ellos y aprender así sobre el derecho a la consulta previa, la lucha contra el racismo, los derechos de la población LGTB o los conflictos sociales, es decir los problemas que la Defensoría ha enfrentado en los últimos años y que para él no son tan importantes.  Lejos de ello, su gestión ha guardado silencio frente a situaciones tan graves como las torturas en Huaycán y ni siquiera cumplió con presentar el Informe Anual Defensorial haciendo el ridículo frente al mismo Congreso que lo había elegido. 
Basta mirarle la cara, con esa soberbia, ese aire de desprecio, para darse cuenta que no es defensor, sino enemigo
Si Gutiérrez creía que la Defensoría era una oportunidad para afianzar su carrera política, debería darse cuenta que está en el lugar equivocado: la fortaleza de la Defensoría del Pueblo está en su autoridad moral y él la ha perdido con sucesivos errores. Además, también puede originar que la institución pierda parte de su austero presupuesto: la cooperación internacional, que ha ayudado mucho al financiamiento de la Defensoría, puede recapacitar sobre apoyar a una entidad que se pronuncia sobre la marihuana como si fuera una grave violación a los derechos humanos y pide que se investigue el tráfico de órganos.
Personalmente, creo que lo mejor para el país sería que Gutiérrez renuncie, pero quienes lo conocen creen que es imposible.   Solo queda entonces seguir defendiendo a la Defensoría… del arbitrario Defensor.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Los criminales recluidos en Punta Peuco

Escribe Germán Westphal

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El absurdo debate relativo a los criminales recluidos en Punta Peuco que se ha instalado en el país confunde y enmaraña dos cuestiones de perogrullo diferentes: una es la confesión, el arrepentimiento y el perdón en nombre de una divinidad y otra es la confesión cabal y arrepentida ante un tribunal de justicia para contribuir al esclarecimiento de los crímenes cometidos, lo que habida consideración del tribunal puede ameritar una atenuación de la pena aplicable al inculpado.

La una no tiene nada que ver con la otra pues ellas pertenecen a ámbitos completamente distintos: la primera al de la fé y la segunda al de la ley penal. Y así, como la ley penal no puede tener injerencia en las confesiones religiosas, las confesiones, arrepentimientos y perdones religiosos no pueden tener ninguna injerencia en la aplicación de la ley penal.

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De este modo, a través de la historia, son innumerables los criminales arrepentidos que acompañados de un ministro de fe, han terminado en el patíbulo. La religión es independiente de la aplicación de la justicia y viceversa. Ambas deben ser respetadas en sus respectivos ámbitos, sin que la una deba inmiscuirse en la otra.

Además de lo anterior, hay un hecho en extremo importante que hay que tener en cuenta y al cual no se le ha prestado debida atención en el debate en cuestión. En efecto, aunque los crímenes son siempre de responsabilidad personal, los recluidos en Punta Peuco consumaron los suyos en calidad de agentes del Estado de la República de Chile, violando la protección que como tales le debían a la ciudadanía y usando los recursos e infraestructuras de sus instituciones, a fin de colaborar con la represión que sometió al país por 17 años al terrorismo de Estado. Éste y no otro es el fondo del asunto.

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Los reclusos en Punta Peuco no son criminales de menor cuantía, en nada homologables a los presos comunes como algunos pretenden, sino que lisa y llanamente son terroristas de Estado —la categoría más execrable, deleznable, vil, infame y cobarde de todos los terrorismos pues se ampara y cobija en el poder del aparato del Estado mismo.

Algunos de ellos habrían sido ahorcados en Nuremberg junto a sus superiores jerárquicos ya muertos que, como muertos de mierda en las palabras de Mario Benedetti, bien muertos están.

Que esta última afirmación refleja bronca, no cabe ninguna duda —una bronca vastamente compartida por muchos, perfectamente legítima y justificada y en nada descalificable.

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Punta de Peuco ¿Resort 5* o Cárcel para Genocidas?

Con todo, lo importante no es la bronca sino que la justicia que se ha aplicado por los tribunales independientes de la República de Chile —una justicia que debe ser respetada y prevalecer. Lo contrario sería convertirla en mofa, incluso para los tribunales mismos y todo el trabajo que éstos han tenido que realizar para establecer la verdad judicial, sin contar para nada con las confesiones ni el arrepentimiento de los inculpados, hoy presos rematados en Punta Peuco —los terroristas que asolaron al país por 17 años usando el aparato del Estado y los recursos de todos los chilenos, balas y corvos incluidos.

domingo, 25 de diciembre de 2016

¿POR QUÉ LOS NAKERS SOMOS ANTIFUJIMORISTAS?

Escribe Máximo Kinast

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Es divertido leer en la prensa seria las opiniones de opinólogos y líderes de opinión en que se nos define de diversas formas, pero todas cojean del mismo pie. Para ellos el fujimorismo es una opción política, no por su ideología (que no la tienen) sino por su número y sus resultados electorales. Y en ese sentido tienen razón, pero sólo en ese sentido: si sacan votos y eligen congresistas son una opción política. ¡Claro que sí!

Aunque eso implica muchas otras cosas que los grandes medios, los medios serios callan, que es una forma de desinformar. Deberían preguntarse y definir ¿qué entienden por Política? Lo que está implícito es que la Política para ellos es realizar elecciones periódicas y nada más. ¿Y qué entienden por Democracia? Para ellos es participar en las elecciones y nada más.

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Si los grandes y serios medios de comunicación entendieran que la Política es el arte y la ciencia de gobernar y que el Sistema Democrático (el menos malo de todos los sistemas) es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” según la definición de Abraham Lincoln en su discurso de Gettysburg, entonces no podrían afirmar seriamente que el fujimorismo es una opción política.

Mientras sigan defendiendo con mentiras y medias verdades que la Democracia se reduce a unas cuantas elecciones y que la Política es tener un Partido inscrito para participar en las elecciones podrán seguir sosteniendo que el fujimorismo es una opción política.

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Debemos entender que un Partido Político es una asociación de personas libres e iguales que comparten ideales e ideas honestas, escritas y publicadas como sus expectativas para realizarlas cuando tengan la autoridad adquirida honestamente en elecciones libres, limpias, abiertas, universales… y nunca amañadas por un JNE complaciente o cómplice de bellaquerías.

Lo contrario de un Partido Político es una asociación criminal para delinquir. Sus miembros se reconocen por sus Antecedentes Penales, por el origen oscuro de sus dineros, por sus declaraciones prepotentes, por sus amenazas, por sus sicosociales, por sus contradicciones, por la compra de votos, por los kilos de arroz que usan para comprar conciencias, por sus bravuconadas…

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Por eso es falso, aunque lo diga la prensa grande y seria, que haya una dicotomía entre fujimoristas y antifujimoristas. Lo que hay por un lado es gente honesta de muy diversas y hasta opuestas ideas políticas que está contra la corrupción y por el otro hay organizaciones mafiosas que se amparan en una máscara de legalidad para usurpar el Poder y usarlo para sus fines ilícitos.

¿Es necesario añadir cuáles somos los Nakers y cuáles son los Fujis?



martes, 20 de diciembre de 2016

HOMENAJE A UN HÉROE DEL PUEBLO

Escribe Máximo Kinast



En la esquina de las calles Corola y Polen, en la Colonia El Reloj, Delegación de Coyoacán, México, se ha hecho un homenaje y dado el nombre de Héctor Ricardo Pincheira Núñez, luchador social y revolucionario chileno, que combatió con la chapa de “Máximo” junto al Presidente Allende en el palacio presidencial, La Moneda, el 11 de septiembre de 1973, al parque que allí se encuentra.

¿Quién fue Máximo?

El año 69 terminó su carrera de médico (sólo le faltaba hacer la práctica para recibir el título de médico) y cursaba 4° o 5° año de Filosofía cuando se unió a un grupo ultra secreto de asesores directos del futuro presidente de Chile, Salvador Allende. Este grupo, el GAP[1] Intelectual, como lo llama la periodista chilena Mónica González en su libro “La Conjura” o Centro Nacional de Opinión Pública (por su nombre oficial) estaba dirigido desde su lecho de inválido por Félix Huerta, profesor, cuadripléjico por causa de un accidente mientras recibía instrucción militar en Cuba.

Entre los pocos miembros de ese grupo estaba Beatriz “Tati” Allende, hija de Salvador y estudiante del último año de medicina; Jorge Klein Pipeer, chileno francés, también médico; Claudio Jimeno, sociólogo, y otros héroes olvidados. Varios de ellos detenidos en La Moneda, torturados en el Regimiento Tacna y luego asesinados en Peldehue. El trabajo de ellos consistía en asesorar directamente al Presidente sobre la opinión pública. En el grupo, Máximo tenía la misión de investigar a las Fuerzas Armadas, por lo que usaba la chapa y nadie en La Moneda (ni siquiera Pinochet) sabía su nombre, con excepción del Presidente y sus compañeros.

La payita lo menciona en su carta a Beatriz Allende. Dice textualmente: “Yo volví al pasillo donde había quedado tu padre y sentí disparos de metralleta que venían desde el living, hacia donde corrí. Allí estaba Máximo, quien me hizo salir y me llevó escaleras abajo hacia la salida. Yo creo que él volvió a pesar de que ya todo había terminado…”

¿Qué hizo Máximo?

Poco sabemos de su actividad secreta, investigar a las Fuerzas Armadas e informar al Presidente. No puede haber sido una tarea fácil y estoy seguro de que ni él mismo sabía cuántas veces se jugó la vida.
Hay un hecho que me contó Adonis Sepúlveda junto a su hija Livia (abuelo y madre de Máximo, su hijo póstumo) que lo retrata de cuerpo entero. El viernes 8 de septiembre de 1973 entró a La Moneda y se dirigió a la oficina de Salvador Allende, a la que tenía acceso. El Presidente lo recibió de inmediato y Máximo le entregó una lista con todos los generales del Ejército de Chile puestos en dos columnas. Una para los leales a la doctrina Schneider (constitucionalistas y leales al Gobierno). En la otra, un poco más larga, estaban los golpistas. Allende le preguntó por qué no estaba el nombre de Pinochet entre los leales. Máximo le contestó que tenía dudas sobre su lealtad. El compañero Presidente se enojó por primera y única vez con Máximo. Le dio la orden de añadirlo a los leales y llevarle la lista para que tomara las medidas del caso. Pinochet era el hombre de confianza del General Prats y había estado junto a él durante el Tanquetazo. Máximo obedeció e informó a Pinochet, que no pudo dormir esa noche.

Augusto Pinochet Ugarte, el militar más cobarde del Ejército más cobarde del mundo[1] no pudo tomar una decisión esa noche. El miedo debe haberlo paralizado, porque en sus manos estaba el destino de Chile. Si se oponía al Golpe, como Comandante en Jefe tenía grandes posibilidades de abortarlo, pero si se unía, el premio era tan grande como su codicia. El sábado 9 fue al cumpleaños de su hija, donde lo encontraron los marinos que enviaba el almirante Merino y lo conminaron a unirse o atenerse a las consecuencias.
El miedo a sus compañeros de armas (tan traidores como él) y la ambición lo decidieron, con los trágicos resultados que conocemos. Pinochet rompió con facilidad sus juramentos de lealtad a la Constitución y al Presidente constitucional y se dedicó a asesinar y robar por mano de otros, como buen delincuente con pasaportes falsos y unos 10 alias para no dejar huellas. Es posible que haya pensado “si París bien vale una misa apoderarse de Chile bien vale ser perjuro, traidor y deshonrar el uniforme”.

¡Qué diferencia con la dignidad de Allende y de sus compañeros! Máximo combatió junto con el Presidente y estuvo a su lado, aunque no le correspondía estar en La Moneda. Su deber era cuidar a la directiva del Partido Socialista en una casa de seguridad en calle Portugal, donde decidieron enviar un mensajero a La Moneda. Altamirano dio excusas para no ir y se fue a refugiar a la embajada de la RDA. Entonces designaron a Hernán del Canto, que pidió un acompañante del GAP. Máximo era el jefe del GAP, pero delegó su autoridad en un compañero para ir a La Moneda junto con Del Canto y se quedó allí a combatir, donde estuvo al lado del Presidente y hay versiones –sin confirmar- que estuvieron disparando juntos con el único bazuka.

¿Por qué es un héroe desconocido?

Como todos los defensores de La Moneda, Máximo es desconocido en Chile. El sistema neoliberal planificado por el nefasto Jaime Guzmán Errázuriz, que tiene una plaza y un monumento en el barrio más caro de Santiago de Chile, ha servido para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres. Pero no sólo ha fomentado la desigualdad económica, sino que ha invisivilizado a millares de chilenos que viven en extrema pobreza, privándolos de todos los derechos más elementales, borrando las conquistas sociales e ignorándolos como seres prescindibles. Si esta noche murieran, por alguna extraña epidemia, todos los pobres de Chile, mañana la noticia en todos los medios de comunicación sería que en el país ha mejorado la renta per cápita y que ha disminuido la pobreza.

Este sistema injusto ha desaparecido de la Historia a los héroes que defendieron La Moneda y la dignidad de Chile durante horas, contra los tanques del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea, que bombardeó innecesaria y cobardemente el palacio presidencial, y Carabineros de Chile, la abyecta institución policial, cuyo lema era “La Guardia muere, pero no se rinde”, en alusión a su juramento de lealtad al Presidente constitucional de Chile. En la práctica huyeron para no rendirse. Allende los dejó irse, pero les obligó a dejar sus armas y con ellas su honor, si alguna vez lo tuvieron.

Ricardo “Máximo” Pincheira, es desconocido en Chile, igual que sus heroicos compañeros que dieron su vida en la defensa indefendible de una vieja casona, convertida por ellos de palacio presidencial en símbolo de la dignidad humana.

Quiero agradecer al hermano pueblo de México, dignamente representado por la Colonia el Reloj, Delegación de Coyoacán, por este homenaje tan merecido. Agradecer a Valentín Maldonado, Jefe Delegacional en Coyoacán y a Mauricio Toledo, Diputado Local por Coyoacán, hermanos mexicanos, por esta noble iniciativa.

Ruego la difusión de este texto para escarnio de las Fuerzas Armadas de Chile, que aún no confiesan sus delitos, aún respetan la mafiosa ley de la omertá, y no muestran señales de arrepentimiento por su felonía. Que sepan que aún hay chilenos que les desprecian, que no olvidan y que no les perdonan.




[1] GAP= Grupo de Amigos Personales, como llamó Allende a su guardia personal.

[1] Dirigió el Golpe de Estado al mando de todas las Fuerzas Armadas de Chile desde un bunker y con un avión listo para huir. Su enemigo era un médico de 64 años. que contaba con menos de cien civiles con metralletas y un solo bazuca. La cobardía e infamia de las Fuerzas Armadas de Chile está suficientemente documentada en los informes anuales de Amnistía Internacional y en los hechos registrados por la Historia.




sábado, 12 de noviembre de 2016

El reloj, el gato y Madagascar

Fuente: http://www.eldiario.es/escolar/reloj-gato-Madagascar_6_143195683.html

José Luis Sampedro
Publicado por primera vez en el primer número de la Revista de Estudios Andaluces, en 1983.

¿Qué puede decir un profesor en su ocaso a una revista que empieza o, mejor dicho, a sus jóvenes lectores de Universidad? Lo acertado sería, probablemente, no decir nada: a veces tiendo a pensar que muchos no tienen interés en lo que aún no está dicho. Pero no puedo eludir un requerimiento tan amistoso. Y en el trance de cumplir, lo mejor será reducirme a lo más elemental. Qué es siempre lo más valioso.
Pues bien, esto es lo más elemental para nosotros: la economía es una ciencia social. La proposición es tan obvia que parecerá inútil seguir. Puede que así sea, pero lo cierto es que verdad tan consabida es olvidada día tras día, y con catastróficas consecuencias, por los más afamados economistas, empezando por varios premios Nobel. Por eso me atrevo a recordársela a esos señores, y quiero reiterar ante mis jóvenes lectores la idea de que todo conocimiento económico, ajeno a un enfoque social del pensamiento, no pasará de ser un recurso instrumental, sin perjuicio de que como herramienta puede ser muy valioso.
Buscando la raíz de ese olvido de lo social por la teoría más de moda, aunque ella afirma darlo por supuesto, creo encontrarla en un deseo subconsciente (cuyas causas abordaré luego) de vivir la propia ciencia en esa tranquilizadora situación en la que cultivan los físicos, o incluso los naturalistas. De ahí el uso de unos métodos adecuados para ciertos campos de la realidad, y valiosos también en el mundo de lo social, pero insuficientes para comprender la sociedad humana.

En otras palabras –y a ello alude el título, deliberadamente intrigante de estas reflexiones– lo que parecen olvidar los cultivadores de la economía llamada positiva es algo tan elemental como que una maquina difiere irreductiblemente de un animal y ambos de una sociedad; no siendo ésta reductible a ninguno de los otros dos.
El tema es básico para la filosofía del conocimiento en el campo de las ciencias sociales, y en concreto, para el de la teoría económica. Sin embargo, la cuestión no suele ser planteada en los manuales de ciencia convencional, recibida de los pragmático economistas anglosajones: por eso es indispensable un grito de atención.
Pues bien, prescindiendo de ciertas cuestiones previas, me atrevo a formular una proposición que espero será aceptada: la de que los métodos de estudio deben adaptarse a la naturaleza del objeto estudiado. No parece ser suficiente para el estudio de un insecto el mismo tipo de análisis que hace progresar las matemáticas, aunque éstas se apliquen a la entomología como instrumento siempre útil. En contra de esta proporción se observa, en la breve historia de la ciencia económica, un reiterado deslumbramiento de sus cultivadores por metodologías inadecuadas, con graves consecuencias para la comprensión de los hechos. Aclarar esa cuestión es el objeto de estos párrafos.
  1. Sistemas diferentes.

Ante todo, es necesario distinguir entre grandes grupos de objetos de estudio que puede presentársenos. Sin ánimo de agotar aquí la tipología posible –Boulding diferenciaba nueve clases, si no recuerdo mal– , y limitándose solo a la que más me atañe, deseo subrayar la diferencia básica entre un reloj, un gato y Madagascar. Al primero lo podemos desmontar y volverlo a montar, poniéndolo de nuevo en funcionamiento. El gato también es desmontable, por desgracia para él, pero si hacemos una disección completa, no conseguiremos infundirle después nueva vida. En cuanto a Madagascar (un país, una colectividad humana), ni siquiera cabe hablar propiamente de “desmontar”, y, en todo caso, no tendría esa palabra el mismo sentido que antes.
Existen, por tanto, estructuras diferentes (o, si se prefiere, sistemas: no es éste el lugar para compara ambos vocablos), agrupables por lo menos en estos tres tipos: mecánico, biológico y social. La idea no es nueva, y tiene sus precedentes en antiguas filosofías y en autores como Ramón Llull o los mismísimos sufíes. Entonces, si se acepta lo expuesto, la cuestión es ésta: ¿Está el relojero preparado para comprender a Madagascar? La respuesta, claro, es negativa. En cambio, juzgo más fácil que el estudioso de Madagascar interprete correctamente el reloj, aunque solo sea porque se usan relojes en Madagascar.
Pues bien, el error de muchos economistas actuales consiste en entrenarse en relojería para actuar sobre lo social, dando por hecho que Madagascar es interpretable según el modelo del reloj. Me refiero, como es natural, a los economistas convencionales que, con su microeconomía marginalista y su macroeconomía keynesiana a cuestas, ya se creen capacitados para abordar, por ejemplo, los problemas del desarrollo económico. Peor aún, tales economistas incluso se ufanan de su preparación técnica, aunque ciertamente el reloj puede explicarse con más precisión que Madagascar y a ellos les llena de orgullo el rigor y la elegancia de sus análisis. En otras palabras, el error de estos economistas consiste en querer estudiar la realidad social con instrumentos conceptuales únicamente aptos para analizar sistemas mecánicos y, sólo en cierta medida, los biológicos.
El error tiene graves consecuencias, sobre todo en cuanto se pasa del análisis estático al indispensable estudio de procesos económicos, porque la diferencia evolutiva separa profundamente los tres tipos de realidad usados aquí como ejemplos. En efecto, el reloj no se transforma a lo largo del tiempo; sus movimientos internos se repiten monótonamente. El gato sí se transforma, pero es un proceso programado y cuyas líneas generales conocemos: nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte. En cambio, las sociedades varían de una manera imprevisible, porque se autotransforman. Los humanos son hechura de la sociedad en la que nacen, pero también creadores de lo que dejan. Pensar que el desarrollo social puede comprenderse reduciéndolo al funcionamiento mecánico del reloj o a la trayectoria vital del gato es un desatino.
Aunque todo lo anterior sea elemental y obvio, no es difícil comprender por qué las universidades del mundo occidental más avanzado –en el Tercer Mundo abundan, por suerte, las excepciones– siguen explicando una economía esencialmente constituida por marginalismo y keynesianismo con aditamentos que no se toman muy en serio. Las principales razones se condensan en dos. La primera es la atracción intelectual de los métodos matemáticos, que inspiran al científico la confortable sensación de estar manejando verdades y descubriendo otras mediante inatacables cadenas de razonamiento. Se cae así en una tentación de buena fe.
En cambio, la segunda razón no es tan inocente: el éxito de esta ciencia convencional se debe –sépalo o no el economista convencional– a que racionaliza y, aparentemente, legitima todo un sistema social de mercado, beneficioso para los poderes establecidos.  Así por ejemplo, se “demuestra” que el libre mercado conduce automáticamente a la asignación óptima de recursos, lo cual no sería cierto ni en la hipótesis de la competencia perfecta (nunca verificada en la realidad, ni verificable), pues, según ha escrito alguien tan poco sospechoso de mis heterodoxias económicas como Samuelson, el ajuste de la oferta y la demanda puede dar lugar a que los ricos tengan leche para sus gatos, mientras los pobres no pueden comprarla para sus hijos.
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Este artículo genial de José Luis Sampedro es bastante más largo: lo puedes leer completo aquí. Han pasado 30 años desde que fue escrito y sigue teniendo una vigencia aterradora.